Sólo, entre la bruma, temblando de frío en compañía de sus atolondrados pensamientos, un chico observaba una tarde los últimos rayos de sol que el día regalaba. Con cada rayo que se extinguía, el frío envolvía más su débil cuerpo y los dientes chocaban tan fuerte entre sí, que Grubb temía que de un momento a otro, estos de su boca se desprendieran.
La noche llegó por fin y con movimientos lentos pero firmes, el muchacho se levantó y se encaminó al cementerio con una extraña alegría. Al cabo de unos minutos de caminar por el estrecho callejón que llevaba al cementerio, Grubb sentía su cuerpo despertar de un largo letargo y su corazón se llenaba de alegría y de vida al sentirse más cerca de su hogar.
Al llegar a la enorme puerta que el paso al cementerio le impedía, Grubb se estremeció, pues la puerta frente a él, albergaba poderes ocultos que si no sabía como manipularlos, entrar ahí nunca podría. Más sus miedos eran infundados, él tenía poder sobre todo lo que a su alrededor se encontraba... o eso esperaba.
Aunque debía ser cuidadoso pues un poderoso espíritu se había encargado de cuidar y gobernar el lugar mientras Grubb y su familia se encontraban en el exilio y el chico no sabía cuánto más fuerte y cómodo en su trono se había vuelto con el pasar de las épocas. Una sonrisa malévola tomó de pronto forma en el rostro de Grubb y echando fuera sus temores, habló en voz alta: —¿Crees acaso, espíritu inmundo que esto va a detenerme?
Tomando una pose un tanto extraña, junto las palmas de sus manos arriba de su cabeza y con un grito que hasta al humano más valeroso hubiese hecho temblar de miedo, Grubb se abalanzó contra la puerta. Una cegadora luz iluminó el tenebroso paisaje y el realizador de este acto parecía en ese instante un dios del inframundo demostrando su poder en el reino de las tinieblas.
Lentamente la luz empezó a extinguirse y el silencio que le siguió fue aún más escalofriante. Entonces una risa, una muy macabra risa que salía del pecho del chico hizo al mundo estremecerse.
—¡No oses acercarte aquí, chiquillo idiota! —retumbo una voz de pronto—. ¿O quieres acaso morir en el intento?
La risa de Grubb volvió a sonar aún más macabra que antes. —Ni siquiera sabes quién soy yo, de lo contrario no te atreverías a amenazar de tal forma.
—Nadie viene aquí sin mi autorización —afirmó la voz—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a tomar lo que me pertenece.
—¡TÚ! —había una débil nota en la voz del espíritu.
—El mismo de siempre, —respondió Grubb.
—¡Tú no tienes nada que hacer aquí! —rugió la voz. Gritó tan fuerte que Grubb por un momento dejo ver un atisbo de miedo en su rostro, pero de inmediato se recompuso. “Tengo que ser fuerte” se dijo. “esto me pertenece, no puedo perderlo de nuevo". Tomando fuerzas desde lo más profundo de su ser, Grubb se irguió y sacando el aire de sus pulmones grito con fuerte voz:
—¡CLARO QUE TENGO ALGO AQUÍ! Todo esto me pertenece —dijo extendiendo sus brazos y señalando todo lo que lo rodeaba—. Tú no puedes decirme que debo hacer y qué no. —gritó de vuelta, pero su garganta no tan acostumbrada a gritar frases tan largas, dolía tanto de pronto, que la última palabra no sonó convincente.
—¿Lo ves? —rió la voz—, ni siquiera suenas malvado. Yo he estado aquí desde el principio de los tiempos.
—Pero tu tiempo de servicio tan esmerado ha llegado a su fin. —contestó Grubb, ya repuesto.
—¡Tú no tienes derecho! —gritó el malvado ser de nuevo—. Nadie viene a sacarme de aquí y menos tú, mocoso insolente. Sólo mírate ¿cuántos años tienes? ¿diez?
—Es cierto que mi físico no es adecuado a mi edad —respondió Grubb tranquilamente—, pero soy mucho mejor de lo que tu corta mente puede imaginar.
Entonces, una repentina luz iluminó el semblante del chico y un grito, mezcla de dolor, confusión y miedo salió de la garganta del espíritu guardián del reino de las tinieblas.
Hola,tienes un Liebster Award en mi blog :D http://diariosdeunabookworm.blogspot.com/2013/04/noticias-del-blog-liebster-award.html
ResponderBorrarMuy bueno Karou, logras el clímax y usas bien las palabras. Un gusto volver a viitarte.
ResponderBorrarSaludos!