Reseña: Las naves de la magia (Robin Hobb)

Título: Las naves de la magia
Título original: Ship of magic
Serie: Las leyes del mar #1
Autor: Robin Hobb
Páginas: 752
Editorial: Debolsillo
Año: 1998
Mitonar es un centro de comercio exótico y el hogar de una nobleza mercante afamada por sus barcos vivientes, naves hechas de madera de mago, que maduran mágicamente hasta alcanzar un estado de consciencia.
La fortuna de una de las familias más antiguas está depositada en una nave recientemente despertada, Vivacia. Para Althea Vestrit, la nave es su legítima herencia que le ha sido negada, y haría lo que fuera por recuperar ese legado. Para Wintrow, sobrino de Althea, al que han sacado de sus estudios religiosos para llevarlo a servir a bordo, Vivacia es una condena perpetua.
Pero el destino de la familia Vestrit, y del barco, puede estar en manos de un extraño, que trata de hacerse con el poder sobre todos los habitantes de las islas Piratas...

No sé bien por donde empezar a escribir esta reseña. Les juro que lo único que mi cabeza puede formar son frases incoherentes tratando de explicar lo mucho que me gustó este libro. Pero trataré de explicarme lo mejor que pueda. Leí a principios de año Aprendiz de asesino de esta autora y me gustó mucho y luego, gracias a Bárbara de Libros y misterios que leyó éste y lo alabó mucho, me dieron más ganas de empezarlos y no pude quedar más encantada. 

Las naves de la magia es el primer libro de la trilogía Las leyes del mar que, junto a la Trilogía del Vatídico y El profeta blanco conforman la serie El reino de los Vetulus. La historia está ambientada en El Mitonar, un asentamiento en un territorio conocido como Las Orillas Malditas. El libro comienza con Althea Vestrit deseando llegar a casa donde espera que su padre ya se haya recuperado para que vuelva a ser el capitán de la nao rediviva Vivacia, en ese momento capitaneada por Kyle Haven, su cuñado, al que odia mucho. Ephron Vestrit está enfermo y pone al mando del barco a su yerno en lugar de a su hija porque ésta es aún menor. Pero cuando resulta que es cierto que Ephron va a legar el barco a su hija mayor, Keffria, en lugar de a Althea, a la pobre se le viene el mundo encima porque ella no concibe un mundo en que ella y la nave estén separadas y puesto que ni ella desea viajar al mando de Kyle, ni éste permitirá que Althea pise la cubierta de Vivacia, a ella le toca buscar una manera que le permita volver a estar con su nave. 

Por otro lado, Wintrow, hijo de Kyle, se ve arrancado de su apacible vida en un monasterio, para ocupar el lugar de Althea en la nave -una nao rediviva no puede navegar sin que un miembro de la familia vaya con ella, porque si eso pasa puede volverse loca-. Entonces tenemos a dos que son forzados a separarse de lo que más quieren y es así como empieza la novela, en el viaje que los personajes hacen, ya sea para alcanzar sus sueños o alejados de ellos pero con la esperanza de encontrar el camino de regreso. Y bueno, en general los diferentes personajes persiguen sueños pero algo se mete en sus caminos y se les complica todo.

Si en Aprendiz de asesino me enamoró la prosa de la autora y la excelente creación del mundo y personajes, Las naves de la magia alcanza cotas de perfección que yo sólo había presenciado con George R.R. Martin (e incluso se supera). Robin Hobb ha escrito una historia mágica y no sólo porque haya elementos mágicos, sino que, cuando leía podía sentir la magia de sus palabras.  En la reseña de Aprendiz de asesino mencioné que su escritura es difícil de asimilar y acá sigue siéndolo pero también es muy amena. Una característica de estas novelas es que apenas hay o no hay cliffhangers pero les juro que yo no podía parar de leer. Puede estar Robin Hobb narrando una escena de lo más cotidiana pero nunca se pierde el interés en saber que más hay gracias a esa magia con la que sus palabras llegan a atrapar.

Otra cosa muy especial es que, a pesar de ser un primer libro de trilogía, no peca de introductorio. Obviamente la autora tiene que explicarnos cosas, pero lo hace muy sutilmente y sin aburrir con largas descripciones. Por ejemplo, es necesario saber cosas del gobierno -la satrapía- pero cuando toca hablar de ello, ella usa a algún personaje o una situación en la que es necesario que cuenten ese tipo de cosas. También para dar a conocer hechos de la historia del Mitonar o de algún personaje. Y eso me ha parecido muy original y adecuado. Las pistas que va dejando caer a lo largo de la historia son otro punto que me encantó. Puede que no notemos las primeras pistas, pero de pronto una cosa se va uniendo a la otra y llega un punto en que podemos ver el panorama completo (bueno, casi porque algunas de esas pistas tienen su solución hasta el segundo y tercer libro), pero lo cierto es que yo llegaba a gritar y saltar de emoción cada que descifraba un nuevo misterio.

Pasando a hablar de los personajes, que son varios, puedo decir sin dudas que Althea se ha ganado mi corazón. Ella es una chica que a lo largo del libro persigue el objetivo de ser reconocida por quién es, porque la respeten por ser ella misma, por no ser dejada de lado por el hecho de ser mujer en una sociedad que antaño daba más participación a las mujeres pero en el presente -de la historia- es un signo de riqueza que las mujeres sólo sean meros adornos. Y ella no quiere eso para su vida y lucha por ello y por supuesto, por Vivacia. El crecimiento de Althea es admirable a lo largo de la historia, y no sólo por la perseverancia de ella sino que, la chica se da cuenta de sus errores, aprende mucho sobre la vida y admite que antes no era más que una chica algo mimada que nunca había tenido muchas responsabilidades, sí, hacía cosas de marineros pero cuando ella quería y eso, no la preparaba para capitanear un barco y todo lo que ello implica. Lo único malo que tengo que decir, es que Robin Hobb le da muy poco protagonismo a ella siendo un personaje tan importante. Si, vemos su crecimiento pero me hizo falta que apareciese más veces. Se sentía que se relegaba a un segundo plano cuando no debía ser así.

Otro de mis favoritos fue Wintrow aunque no lo era siempre, a ver, me explico, Wintrow es un chico que fue separado de su camino hacia el sacerdocio y, el haber estado casi toda su vida en un monasterio lo separo del "mundo real", por así decirlo. Él no acepta cosas que a su alrededor son comunes y eso lo convierte en blanco de las burlas de la gente. Muchas veces eso me desesperaba, quise meterme en el libro y darle un porrazo para que reaccionara, pero a la vez pude simpatizar con él. Le llegué a tomar mucho cariño y sufría cuando él lo pasaba a mal. Me gustó mucho que se desarrollara a lo largo de la historia y aprendiera muchas cosas que lo ayudarían de una u otra forma. Seguía teniendo actitudes que le daban problemas pero aprendió a adaptarse a su nueva realidad aunque sea un poco.

No quiero hablar mucho de todos los personajes porque si lo hago esta entrada quedaría kilométrica, pero no puedo dejar de mencionar lo que llegué a admirar a Ronica Vestrit. Su fortaleza en los momentos difíciles, su inteligencia, su deber para con la familia y el hecho de que no le importase lo que el Mitonar pensara de ella si tenía como objetivo defender a los suyos. Hay otros personajes como Malta y Keffria que en este libro la primera me cayó muy mal y la otra me era indiferente, pero tampoco son meros adornos y eso se agradece.

No puedo no mencionar a Kennit y su incomprensible maldad/bondad. Desde el principio supe que no sería un villano típico. Y es raro encontrarlos de ese tipo pero lo cierto es que, Robin ha creado no sólo personajes buenos potentes sino que también *a los malos*. Kennit es un cabrón, pero tiene sus luces y sombras. Llega un momento en que lo odio con todo mi ser y le deseo que todo le salga mal y luego, me da mucha curiosidad por saber que pasaría si él tiene éxito en todo lo que se propone. Es un personaje muy bien perfilado y profundo que sabe llegar al lector y ganárselo.

Y por último, pero ni de cerca menos importantes, las naos redivivas. Es sólo pensar en ese concepto y me emociono. Nunca había leído nada parecido y no sé si habrán más historias así por ahí -si las hay, díganme, que yo quiero-, las naos redivivas rebozan originalidad y más aún, cuando esas naves tienen tanta personalidad como el resto de personajes. No son meros barcos mágicos que hablan, hay capítulos narrados desde su perspectiva, podemos conocer sus ideas, sus temores y sus sueños y eso ha sido otro de los puntos por los que no puedo más que alabar la imaginación de la autora. Aún no sé si prefiero a Dechado o a Vivacia, pero creo que es Dechado que hace que mi corazón se derrita de amor por él cada vez que aparece. Ya se me olvidaba mencionar a las serpientes marinas, sí, serpientes. Robin no ha tenido reparos en dotar de personalidad a los barcos, por lo que no debe parecer raro que un puñado de serpientes también se ganen la admiración de los lectores. Son unos seres muy inteligentes con un sueño, una misión y un lugar a donde llegar y son de los que más sorpresas me han dado. Ha sido genial leer los capítulos desde su perspectiva.

El world-building es de lo mejor, gracias a que muchas escenas suceden en las cubiertas de diferentes barcos o cuando un barco llega a su destino, podemos conocer muchos lugares, ya sea de Las islas Piratas o Jamaillia; de Las Orillas Malditas: El Mitonar especialmente; aún no sabemos casi nada de Los Territorios Pluviales pero sí en los siguientes libros. También conocemos los distintos aspectos del trabajo en el mar y la vida que ahí se lleva. (Creo que no me gustaría ser marinera xD)

Para terminar, sólo quiero recalcar una vez más lo mucho que me ha gustado este primer libro, -y ya leí el segundo, que amé incluso más y ahora estoy leyendo el tercero- Robin ha creado una serie magnífica y eso que no he mencionado que esta ambientada en el mismo mundo que Trilogía del Vatídico; es genial cuando menciona Los Seis Ducados o elementos de esa otra serie. No puedo hacer más que recomendarles estos libros y desear que los disfruten tanto como yo, les aseguro que no quedarán defraudados (espero).

Puntuación: